Símbolo de la apertura hacia el capitalismo occidental, entre el inmenso Mercado del Pescado y el Palacio Imperial, se tejen los barrios y los subtes incontables, junto a los conglomerados abarrotados de tecnología y de moda. Todo aparenta ir a extraordinaria velocidad, entre la paz de los tempos y santuarios, de los teatros y museos, y de los minúsculos barcitos y restaurantes que proporcionan algún respiro al vértigo.
Y a 140km en tren, hacia el norte, la belleza de Nikko, que también da un gran respiro.