En esta sección nos encontramos con el corazón histórico-político de México.
Allí está el el Zócalo (principal Gran Plaza del país, rodeada de los más importantes edificios públicos).
Y la imponente Catedral Metropolitana edificada en el siglo XVI sobre la Tenochtitlán de los aztecas o mexicas, que insumió 250 años de trabajo hasta ser finalizada. Y en la calle Moneda el bonito Museo de la historia de la UNAM (la gran Universidad mexicana) y el Palacio Nacional, en cuyos cimientos se adivina la sede del Gobierno Azteca, y que tomado por el conquistador Hernán Cortés quedó bajo jurisdicción de la Corona española durante los tiempos de “Nueva España” (primer nombre del país colonizado) hasta la independencia del país. Hoy sede de la Presidencia de la República, cuenta en sus paredes interiores con los fabulosos murales que Diego Rivera tardó seis años en pintar, y que sintetizan de manera magistral la historia mexicana desde una cosmovisión claramente marxista como la que embargaba el pensamiento del artista.

Palabras mayores para el Templo Mayor (ombligo del Imperio Azteca).
Muy cerca del Zócalo, de la Catedral y del Palacio Nacional, están las vastas ruinas que sobrevivieron como por milagro a las garras de la Conquista, muy bien acompañadas por una serie de exhibiciones que logran llevarnos a aquellos tiempos prehispánicos, y hacen posible captar la cosmovisión dual del mundo que regía a los mexicas, representada por la oposición -dentro de la Gran Pirámide del Templo- entre las capillas de Tláloc (dios de la lluvia) y Huitzilopochtli (dios de la guerra).

En una calle lateral del mismo casco histórico, cerca de Plaza Loreto, se encuentra la pintoresca Sinagoga Ashquenazi, y a unas cuadras de allí, el majestuoso Colegio de San Idelfonso, que fuera jesuita del siglo XVI, y público (por mano del presidente Benito Juárez) desde el siglo XIX.

A algunas estaciones de metrobús y subte, más unos 15 minutos a pie, se llega hasta la Plaza de las Tres Culturas y Zona Arqueológica de Tlatelolco, ciudad gemela de Tenochtitlán. Tiempo antes de la llegada de los españoles, Tlatelolco fue vencida por Tenochtitlán: la vencedora pervive, al contrario de la vencida, en el esplendor que rodea a las ruinas de su Templo Mayor.
Fue también allí, en Tlatelolco, en la Plaza de las Tres Culturas, en tiempos de los levantamientos estudiantiles de 1968, bajo la presidencia de Gustavo Díaz Ordaz, donde tropas del Ejército junto a batallones paramilitares masacraron a una gran cantidad de estudiantes que allí manifestaban; y fue también en Tlatelolco donde Cuauhtémoc -último rey azteca- dio su batalla final en contra la invasión europea.

La fachada-ochava del Palacio de la Antigua Inquisición, frente a la Plaza de Santo Domingo, en la esquina de Brasil y Venezuela, es presidida por el sello de la propia Inquisición que asoló a Nueva España. Aunque allí funcionó la cárcel donde iban a parar “herejes” y judíos ocultos, hoy nada se menciona de aquellos tiempos oscuros, pero hay instalada una excelente muestra sobre la historia de la medicina mexicana.

El cierre de todo esto le correspondió el legendario Café de Tacuba, fundado en 1912 en la calle de Tacuba, donde en la fresca mañana de un domingo de febrero tuve que hacer fila para ingresar. Y claro que valió la pena: allí me esperaban el tradicional “café de la olla“, y esa infaltable música tradicional en vivo que con tanta fuerza y alegría ejecutan los mexicanos.