Llegué por tercera vez a San Martín, uno de mis grandes amores patagónicos. Entre el Lago Lácar y bajo la mirada atenta de las elevaciones serranas, bulle en el ímpetu de los incontables colores del mundo vegetal y la paz de las calles anchísimas.
Además, base de operaciones ideal para la exploración de la región, a ambos lados de la cordillera.