Luego de atravesar el Parque Nacional Lanín, se cruza la frontera y el paisaje torna en frondosa vegetación, siempre a la sombra del gigantesco volcán homónimo. 
Al poco tiempo se empieza a insinuar otro volcán: el cerro chileno Villarrica vigila eternamente al lago de igual nombre, cuyas orillas bañan al pintoresco pueblo de Pucón.