Llegué, proveniente de Burgos, al bastión cantábrico de la hispanidad cristiana, para desde allí recorrer conmovedores refugios de las primeras huellas pictóricas de la humanidad, pero también joyas del vecino País Vasco.
Me esperaba, sin que yo lo supiera, la inauguración de un modernísimo espacio artístico y cultural, erigido casi sobre las aguas. La puesta en marcha del Centro Botín no sólo fue presentada por las autoridades del Grupo Santander; una bandada de helicópteros escandalizó de pronto el atardecer santanderino: había arribado el rey de España.