Es cierto que durante siglos la capital se trasladó a Tebas, en el Alto Egipto, y que ese rol le correspondió, durante mil años, a Alejandría, pero algo debe tener la zona cercana a la pirámides, donde el Nilo se disuelve en el Delta, porque es allí donde todo empezó, y donde todo regresó.

Menfis, a unos treinta kilómetros al sur de la actual El Cairo, centro original del Egipto Antiguo, es hoy un pequeño yacimiento de ruinas y museo al aire libre poblado de tiendas (foto de aquí arriba), que se destaca por exhibir una colosal estatua de Ramsés II. Por haber sido aquel centro originario, es que en los alrededores de Menfis están las más antiguas tumbas faraónicas, las de las primeras dinastías, en torno a la Pirámide Escalonada de Saqqara, que visité en mi viaje de un cuarto de siglo antes, y en el sitio de Dahshur (fundado por el faraón Seneferu, de la Cuarta Dinastía, el padre de Keops), donde se levantan, entre otros monumentos, la Pirámide Acodada o Torcida (nunca terminada), y la Pirámide Roja, donde efectivamente fueron depositados los restos mortales de Seneferu; en ambas recorrí los largos pasillos que, con no más de 50 centímetros de altura, conectan con la cámara funeraria central. Todas estas pirámides son anteriores a las más famosas de Keops, Kefrén y Micerino (de la cercana Guiza), también visitadas en mi viaje anterior.     
Pasaron más de dos mil quinientos años desde aquellas primeras dinastías, cuando el naciente islam conquistó Egipto y fundó Al-Fustat como nueva capital, en reemplazo de Alejandría. Y casi tres mil años desde Keops para que, luego de una crisis entre diferentes factores del poder musulmán, un pavoroso incendio destruyera Fustat y, casi al lado, se creara El Cairo
Toda esta historia está ahí, entre el entramado callejero de El Cairo y el anchísimo cauce del Nilo que lo atraviesa: se percibe en las esquinas de los hoteles lujosos, en los pocos semáforos (ignorados por automovilistas y peatones), en la central Plaza de El Tahrir, en el laberinto del gran bazar Khan el Khalili (donde tuve el gusto de tomar un turkish coffee en el bar donde paraba el Nobel de Literatura egipcio Nagib Mahfuz, y de descubrir la sinagoga del notable filósofo judeo-español Maimónides, que llegó a El Cairo en 1168, justo cuando ésta reemplazaba a Fustat); en la Ciudadela de Saladino y en la inigualable Mezquita del Alabastro que ésta alberga. Y se siente también, claro está, la larga historia de El Cairo, en sus grandiosos Museos: el Egipcio, el de la Civilización Egipcia (las decenas de momias faraónicas que contenía el primero fueron trasladadas al segundo, mediante una solemne procesión de carrozas, en el momento de la inauguración de éste último, durante el año 2021), y el de Arte Islámico.

Entrar al Barrio Copto, finalmente, cerca de donde se encontraba la antigua Fustat, es bucear, entre iglesias colgantes y callejones repletos de libros, en el Egipto cristiano, bisagra entre la Antigüedad y la llegada de Mahoma, y conocer el supuesto sitio donde se habría refugiado la Sagrada Familia, antes de que Jesús fuese el Cristo.