En Marrakech también hay -como en Fez- callejuelas y mercados (zocos) en la Medina (ciudad vieja),
y 
una parte moderna, construida por los franceses en las primeras décadas del siglo pasado, con sus McDonalds
y sus shopings. Y entre suburbios semi derruidos, una Mellah (barrio de los judíos que ya no están). 

Pero Marrakech es más comercial que Fez, más de las caravanas de mercaderes y dromedarios que paraban a intercambiar productos y a descansar en los Funduqs (albergues) durante su tránsito por los desiertos.
Marrakech no tiene la tradición cultural de Fez, pero tiene la espléndida plaza de Yema el Fna, rebosante de multitudes y movimiento incesante, y de encantadores de serpientes, improvisados cirujanos que sacan piezas dentales a la vista del público, músicos, cientos de puestos de comida y exhibidores de monos. 
Eso sí, sacar una foto allí es una odisea, no hay monedas que alcancen para todos los que pretenden cobrar por el clic. Se recomienda tomar pocas imágenes en la plaza, o bien refugiarse en los balcones de los dos o tres cafés para occidentales que dan al predio, recurrir al zoom óptico y digital, y convertirse en fotógrafo clandestino.