“Desayuné un capuchino, en un barcito cruzando la plaza Wilson de Toulouse…
Agarré el auto y salí hacia los Pirineos (me impactó la primera vista de los picos nevados al fondo del paisaje).
Después empezaron los caminos angostos, los pueblitos pintorescos y el camino de montaña, hasta que se me presentó la imponente colina coronada con el castillo que hace ocho siglos fue testigo de la muerte por fuego de los más de 200 (últimos) cátaros rebeldes, que no quisieron abdicar de su fe…”
De mi Diario de Viaje, 8 de febrero de 2014.