Partí a la medianoche desde el aeropuerto de Cancún, y la alborada del Pacífico me recibió en Lima.
Horas más tarde, el trayecto hacia Buenos Aires me regaló un espectacular sobrevuelo del Desierto de Atacama, en el norte de Chile. El interminable espejo terroso de uno de los sitios más áridos de la Tierra, salpicado de salares y piletas ácidas para el tratamiento del cobre, dan la impresión de estar contemplando la superficie de otro planeta.
El escenario familiar del porteño Aeroparque Jorge  Newbery significó la vuelta a casa.
Final del viaje.