El último día fue el único que me tocó lluvioso (apenasen Nueva York. 
La mañana era templada.
La taxista islámica que vino a buscarme condujo sin inconvenientes entre el tráfico de de Manhattan, Brooklyn y Queens, hasta la Terminal 7 del aeropuerto JFK, donde opera Aerolíneas Argentinas.

Cuando despegó el Airbus, ya hacía un tiempo espléndido. Los controles de PCR y de vacunaciones, así como Nueva York y Estados Unidos habían quedado atrás.
La nave surcó toda la Costa Este, el Triángulo de la Bermudas y el Caribe, para penetrar por Venezuela en el continente sudamericano.
Horas después, aterrizaría en el alba de Ezeiza, para volver a empezar, una vez más.