MADRID 2024

En la entrada sobre Madrid escrita para el viaje del año pasado, había recordado que en el ’85, pocas semanas antes de que los jueces condenaran a perpetua a Videla y Massera, crucé el Atlántico en un vuelo muy accidentado de Pluna; y que en el ’97 había regresado con mi mujer, ya no en calidad de mochilero solitario. Y que con el cambio de milenio, en cada periplo europeo, Madrid fue un cobijo, un segundo hogar. Y que en la primavera boreal 2023, la Feria del Libro madrileña fue el escenario para presentar la edición española de Invierno sueco. El último viaje de René Descartes.
Cada vez que regreso a Madrid siento una vibración inexplicable que me hace percibir el hecho de estar vivo con una fuerza especial. Volver a pisar entre las multitudes el hemiciclo de la Puerta del Sol, o admirar las eternas Cibeles y Alcalá, o entretenerme con los geniales carteles de las calles “de la paloma” o “de Cervantes” o “de los Bordadores”, o descender al fantástico Metro urbano, o testear los arroces y los pinchos, me llevan a recordar que sigo “parado” (como diría David Lebón) en el ciclo de la vida.