Entre la paz gigante del Himalaya y el smog de un centro cuasi medieval (sin veredas y con muchas motos), entre últimos monarcas y guerrillas maoístas, entre viajeros occidentales y devotos budistas (e hinduistas), entre los vestigios del antiguo Imperio en el Durbar y la miseria asistida por Naciones Unidas, entre China y la India.
Todo bajo la atenta mirada de la Kumari (diosa viviente, que sólo cada tanto se deja ver).
Katmandú, capital de Nepal.