Se atraviesa la cordillera de Zarafshan, desde Samarcanda, en dirección a Turkmenistán, entre aldeas campesinas y mercados populares. Son algo más de 80km hasta los asentamientos de hace 4700 años que se llamaron Kesh en la Alta Edad Media, y Sakhrisabz, la “ciudad verde” (“por sus muchos parques y jardines”, anotó el embajador castellano González Clavijo), cuando allí nació Amir Timur, o “Timur el cojo”, o “Tamer-lan”, el líder político y militar que, pasada la decadencia de los mongoles y la Peste Negra de mediados del siglo XIV, se erigió en el nuevo emperador de Asia Central y Occidental, con capital en Samarcanda.
Los pilares inmensos que reciben al viajero, que eran parte de la fachada del Ok Saroy (el “Palacio Blanco” de Tamerlán) impresionan por su magnitud, pero los 40 metros de altura que tienen ahora, eran más de 70, casi el doble, cuando la fortaleza se erigía en su dimensión original.
Los jardines, por donde se dibujaba toda la estructura del sitio, son enormes: se puede visitar en ellos un muy correcto museo histórico, tiendas, mezquitas, y mausoleos en los que descansan miembros de la familia del emperador.
“Si tienes dudas sobre nuestra grandeza, mira nuestras construcciones“, “El Sultán es la sombra de Alá en la Tierra” y “El poder está en la justicia”, eran algunas de las inscripciones con que el Palacio Blanco recibía a sus huéspedes.
Sakhrisabz, la ciudad verde, sombra de Samarcanda, por voluntad de Tamerlán.