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©2023 Matías Wiszniewer
“Somos una isla” me dijo más de un gaditano.
¿”Gaditano”? Sí, de “Gadir“, porque así se llamó el entramado urbano que hoy es “Cádiz” (uno de los más antiguos de Europa Occidental), en el momento de su fundación por los fenicios, a principios del primer milenio antes de Cristo.
¿”Gaditano”? Sí, de “Gadir“, porque así se llamó el entramado urbano que hoy es “Cádiz” (uno de los más antiguos de Europa Occidental), en el momento de su fundación por los fenicios, a principios del primer milenio antes de Cristo.
Hay, efectivamente, un Yacimiento Fenicio (desafío de arqueólogo encontrarlo: curiosamente se hallaba dentro de un moderno teatro), pero también rastros griegos, romanos, y medievales (musulmanes y cristianos).
Puerto esencial en tiempos del Imperio Español, tuvo el descaro de reemplazar a la grandiosa Sevilla como sede principal del comercio con las colonias americanas, y de haber sido el lugar donde, apenas luego de nuestra Revolución de Mayo, las llamadas “Cortes de Cádiz” establecieran la primera Constitución Española.
Este montículo, apenas unido al continente por una finísima lonja de tierra, es un lugar único: imponente configuración geográfica rodeada por el incipiente azul del Atlántico.
Hermosa ciudad de caminantes. Me perdí tan intensamente entre sus andaluzas callejuelas, que al retornar por la noche a mi alojamiento en “Nueva Cádiz” (al otro lado del istmo), lamenté ver ya cerrada una “Clínica del Pie” que, con fantástica ironía, se me apareció en el último tramo del agotamiento.
Puerto esencial en tiempos del Imperio Español, tuvo el descaro de reemplazar a la grandiosa Sevilla como sede principal del comercio con las colonias americanas, y de haber sido el lugar donde, apenas luego de nuestra Revolución de Mayo, las llamadas “Cortes de Cádiz” establecieran la primera Constitución Española.
Este montículo, apenas unido al continente por una finísima lonja de tierra, es un lugar único: imponente configuración geográfica rodeada por el incipiente azul del Atlántico.
Hermosa ciudad de caminantes. Me perdí tan intensamente entre sus andaluzas callejuelas, que al retornar por la noche a mi alojamiento en “Nueva Cádiz” (al otro lado del istmo), lamenté ver ya cerrada una “Clínica del Pie” que, con fantástica ironía, se me apareció en el último tramo del agotamiento.