Joya inigualable en su rubro a nivel planetario, hundido en los frondosos bosques de Chapultepec, la visita al Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México lo deja a uno anonadado: se contemplan allí los remotísimos orígenes del hombre, su empezar a caminar sobre la Tierra, la expansión de sus ramificaciones, el nacimiento de la religión (junto con el de las sepulturas y el de la música), el poblamiento de América y el destino de esos hombres que cruzaron por los hielos Bering para aventurarse en la construcción de un nuevo mundo, o de un mundo nuevo, que quizás -uno se atreve a pensar- todavía pugna por advenir.

Me fueron necesarias dos jornadas para dar cuenta de este gigante.