CRETA, bisagra de dos o más mundos. Borde marítimo de Europa, en el confín Sur-Oriental. Rodeada por el azul intenso del Egeo, coquetea con Egipto y con el Levante. Cuando las dinastías faraónicas ya habían iniciado su declive, y antes que adviniera la gloria de Grecia continental, allí, en el medio del Mar y de la Historia, floreció la pacífica y reluciente Civilización Minoica, hasta que la espada de Teseo el ateniense pudo con el Minotauro.
Los trazos de aquellas maravillas absorbidas por las sales del tiempo, se pueden reconstruir en los numerosos palacios, cuyas ruinas yacen a lo largo y a lo ancho de la isla. Aquí tenemos al de Festos (con su vecina Agia Tríada, que mucho después fue bastión del cristianismo bizantino), pero sobre todo, el principal recinto político-religioso de los cretenses: el Palacio de Cnosos.
En los otros bloques, un paseo por Heraklion (la capital, que fuera el puerto de los monarcas de Cnosos, y capital de los venecianos que dominaron la isla entre los siglos XIII y XVII) con sus espléndidos Museos (Arqueológico e Histórico), y las bellezas venecianas de Rethymno y Chania o La Canea, que reinan en el oeste de la isla.