El plácido viaje en tren desde Atenas termina en la estación de Kalambaka, y ya desde allí la vista es impresionante.
Lo que se ve es “Meteora” (“suspendida en el aire“), especie de inmenso panal de abejas hecho de rocas (según la leyenda son los Titanes petrificados) en donde como hormigas incansables sobre las más recónditas alturas, se fueron ubicando monjes bizantinos ortodoxos a partir del siglo X, que luego, desde monasterios colgantes en medio de las nubes, resistieron el dominio del islam otomano.
Lo increíble es que hoy, a través de una eficaz red de caminos de cornisa (en la Edad Media se accedía sólo por escaleras de soga) varios de los monasterios se pueden visitar.