Al otro lado de la Alameda estaba la estación Hidalgo del metro que me llevó hasta Coyoacán, en un viaje de unos 15 minutos, a los que se agregaron otros 20 de caminata desde la estación Coyoacán hasta el centro de Coyoacán, zona de la ciudad así llamada por los coyotes, que están representados en su fuente principal (ver foto aquí arriba).

El “trencito” o “tranvía” frente a la Parroquia de Coyoacán no tiene horario fijo, sale cuando se llena, y en un recorrido de 45 minutos sobrevuela el Mercado artesanal, el Palacio amarillo de la alcaldía o “Casa de Cortés” (que nunca vivió allí), el tradicional Café Jarocho, la iglesia protestante, el fabuloso verdor del Jardín Allende, el Mercado de Coyoacán (diseñado por el mismo arquitecto que proyectó Museo de Antropología y el Estadio Azteca), y la barriada Colonia del Carmen donde se encuentran casas de Frida Khalo (“Casa Azul”), de Diego Rivera y León Trotsky.

En el Museo de la Cultura Popular se aprecia un muy interesante racconto de cosmovisiones, celebraciones y actitudes ante la vida y la muerte de diversos pueblos indígenas que en la actualidad habitan el país. 

Y en el Museo-Casa de Trotsky se pueden vivenciar los últimos años de existencia del líder de la Revolución Rusa Lev Davidovich Bronstein, que expulsado de la Unión Soviética y luego de buscar asilo en varios países, encontró refugio gracias a la gestión del pintor Diego Rivera en el México progresista presidido en ese momento por Lázaro Cárdenas. 
Antes de ser asesinado en el escritorio donde con 65 años trabajaba 10 o 12 horas diarias (por un agente de Stalin infiltrado en su círculo íntimo), luego de haber sufrido la ejecución de sus hijos, y ante una Europa donde los ejércitos nazis avanzaban casi sin resistencia (estamos hablando del año 1940), el dirigente nacido en Crimea dejó escrito:
“Fui revolucionario durante mis cuarenta y tres años de vida consciente y durante cuarenta y dos luché bajo las banderas del marxismo. Si tuviera que comenzar todo de nuevo trataría, por supuesto, de evitar tal o cual error, pero en lo fundamental mi vida sería la misma… Mi fe en el futuro comunista de la humanidad no es hoy menos ardiente, aunque sí más firme, que en mi juventud… La vida es hermosa. Que las futuras generaciones la libren de todo mal, opresión y violencia y la disfruten plenamente.”